Esta fiesta se celebra en distintas fechas pero en el s. IX el Papa decide centralizar la solemnidad de Todos los Santos al 1º de noviembre fecha que se mantienen hasta hoy.
En el mismo siglo un Abad de Cluny (Francia) realiza una celebración de recordación de todos los difuntos, esto se lo hace un día después, el 2 de noviembre.
“Es ese sentido la iglesia dedica un día para recordar a todos los santos y santas y día después para los difuntos”.
En América Latina se encuentra en la época de la conquista un culto muy grande a la muerte.
La cultura aymara por ejemplo dedica este tiempo de noviembre a recordar a sus muertos, si bien no tenían una fecha específica pero durante todo el mes se dedicaba espacios para recordar y celebrar a sus difuntos.
Esta cosmovisión andina y cristiana se encuentra y en el afán de mantenerlo por un lado y cristianizarlo por otro se mezclan y permanecen hasta nuestros días como las costumbres que se conocen.
En opinión del Padre Trujillo estas fiestas es momento para reflexionar sobre el sentido de la muerte terrena.
“La muerte es un paso que damos para la resurrección, es el sueño eterno donde talvez muchos han muerto en pecado o dejando huellas negativas durante su vida, para ello necesitamos una purificación y esto se logra a través de la oración”.
En ese sentido se anima a la comunidad cristiana que en estas horas se moviliza para recordar a sus seres queridos a participar y celebrar de la mejor manera esta fiesta.
Participar de la eucaristía dando gracias a Dios por la vida de sus amigos y familiares, por la vida compartida con ellos.
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